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Foto del escritorRedacción TBT

El resurgimiento del populismo en América Latina: ¿peligra la democracia?


El populismo, una ideología política que centra su atención en las demandas de la sociedad común, ha resurgido con fuerza en América Latina, una región marcada por la desigualdad, la pobreza y la inestabilidad política. Un término, que según la Real Academia Española, se refiere a la "tendencia política que pretende prestar atención especial a los problemas de las clases populares". Este enfoque ha sido aprovechado por líderes que prometen soluciones sencillas a problemas complejos, apelando a la desconfianza generalizada hacia las instituciones y las élites.


En países como Argentina, Brasil, Chile, Perú, México y El Salvador, esta corriente ha ganado terreno en medio de crisis políticas y económicas. Estos líderes, que a menudo prometen luchar contra la corrupción, tienden a despreciar las instituciones establecidas y ofrecer una visión polarizada de la política, en la que ellos representan al "pueblo" y sus oponentes son las élites corruptas. Pero, ¿qué hay detrás de este fenómeno?


Populismo y el desgaste de la democracia


Uno de los principales problemas que impulsa el populismo es la crisis de los sistemas de partidos. En muchos casos, los partidos tradicionales han fallado en responder a las necesidades de la población, permitiendo que líderes populistas surjan como salvadores, prometiendo restaurar la justicia social y luchar contra las élites. Estos líderes suelen despreciar las instituciones democráticas, considerándolas parte de un sistema corrupto que debe ser erradicado.


El escritor argentino Martín Caparrós sostiene que el populismo puede verse como una consecuencia del fracaso de las democracias en muchos países de la región. En América Latina, el populismo ha tenido una fuerte presencia tanto en su versión de izquierda como de derecha. En el caso de los populismos de izquierda, como el chavismo en Venezuela o el peronismo en Argentina, se ha intentado desacreditar por completo el pasado, afirmando que una oligarquía se ha beneficiado a expensas del pueblo. Por otro lado, el populismo de derecha suele idealizar un pasado ficticio, una "era dorada" a la que se debe regresar.


En la región, el populismo ha adoptado características particulares, como un fuerte componente antiimperialista y etnopopulista. Líderes como Hugo Chávez en Venezuela o Evo Morales en Bolivia han utilizado la retórica nacionalista para defender la soberanía frente a intereses extranjeros. Este discurso se entrelaza con la promesa de justicia social y la lucha contra las élites que controlan la economía y la política.


La amenaza a las instituciones democráticas


Una de las características más preocupantes del populismo es su tendencia a socavar las instituciones democráticas. A medida que los líderes populistas consolidan su poder, suelen restringir la libertad de prensa, debilitar la independencia judicial y concentrar el poder en sus manos. Este proceso erosiona los principios democráticos fundamentales y fomenta la polarización social.


En países como México, con Andrés Manuel López Obrador, y Colombia, con Gustavo Petro, el populismo de izquierda ha centrado sus esfuerzos en la redistribución de la riqueza y la justicia social. Aunque sus políticas buscan reducir la desigualdad, también generan inestabilidad económica y desconfianza entre los inversionistas. Además, su retórica antiimperialista ha tensado las relaciones con otros países, lo que complica la cooperación internacional.


A nivel económico, los populistas de derecha tienden a favorecer políticas proteccionistas que pueden desencadenar guerras comerciales y afectar las cadenas de suministro globales. Por su parte, los de izquierda suelen implementar programas sociales extensivos y nacionalizaciones que incrementan la deuda pública y generan inflación. Ambas posturas presentan riesgos significativos para la estabilidad económica y la cooperación internacional.


Populismo en Chile y su impacto en la región


En Chile, un país que ha experimentado importantes cambios políticos en los últimos años, el populismo también ha ganado terreno. Según una encuesta del Laboratorio de Encuestas y Análisis Social (LEAS) de la Universidad Adolfo Ibáñez, un 68% de los chilenos apoya actitudes populistas, como la idea de que los políticos deben seguir la voluntad del pueblo o que la gente, y no los políticos, debe tomar las decisiones más importantes.


Este auge del populismo se ha visto reflejado en la creciente polarización política en el país, con figuras como José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, ganando cada vez más relevancia en el panorama político. La polarización ideológica ha aumentado notablemente en los últimos años, y la desconfianza hacia los partidos políticos ha alcanzado niveles alarmantes.


El fracaso del reciente proceso constitucional en Chile ha dejado un vacío político que el populismo podría llenar. Mientras tanto, la expulsión de migrantes ilegales, una propuesta defendida por sectores populistas, cuenta con un 79,3% de apoyo, lo que muestra la receptividad de la población a mensajes populistas.


El ascenso de figuras como Javier Milei en Argentina y Nayib Bukele en El Salvador demuestra que el populismo sigue siendo una fuerza poderosa en la política latinoamericana. Estos líderes han logrado captar el descontento de amplios sectores de la población que se sienten traicionados por las instituciones democráticas tradicionales.


El futuro del populismo en América Latina


El populismo plantea una amenaza real para las democracias liberales en la región. Tanto los populistas de derecha como de izquierda tienden a erosionar los derechos de las minorías, fomentar el autoritarismo y provocar inestabilidad económica y polarización social. A pesar de los riesgos, sigue siendo una opción atractiva para aquellos que se sienten excluidos o desilusionados por la política tradicional.


Este fenómeno no parece retroceder. Al contrario, sigue evolucionando y adaptándose a los desafíos de la región, capturando el apoyo de quienes buscan un cambio frente a la corrupción y la ineficiencia de las democracias liberales. Sin embargo, su avance plantea preguntas cruciales sobre el futuro de la democracia y la estabilidad política en la región. ¿Podrán las instituciones democráticas resistir el embate populista, o la región se enfrentará a una nueva era de autoritarismo disfrazado de voluntad popular? Solo el tiempo lo dirá.

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